viernes, 25 de junio de 2010

LEER A RUBÉN DARÍO.


Leer a Rubén Darío es un placer, es experimentar toda una gama de sentimientos que te quedan a flor de piel, desde el más puro sentido del humor, hasta la más honda tristeza que embargaba al autor al momento de escribir poemas como Melancolía, en el cual se siente como era su vida en ese entonces, a través de su obra se distinguen los altibajos de su vida los momentos en que su inspiración se baso en momentos de felicidad, como en noches de insomnios sin poder dormir agobiado por su soledad y sus sinsabores con su pluma e inspiración como únicas compañeras, esta experiencia te deja inspirado, en todo ves poesía y con gran facilidad y sin mucho esfuerzo todo te sale en verso, simplemente eres poeta, distingues en lo cotidiano la hermosura, te llegan a tu mente tantos motivos por los que escribir , yo no entendía como leer a otros te podría inspirar eso, sencillamente hay que vivirlo para comprenderlo, solo puedo recomendarles leer cualquier obra de este autor para que sepan de que les hablo, a modo de sugerencia entre sus poemas te recomiendo algunos que por alguna característica en particular me gustaron mas, como: La cabeza del Rabí (Historia de amor muy trágica), Un pleito( mucho humor y picardía),Magna veritas (una buena mandada a paseo), Mía (Una afirmación rotunda), No obstante ( Su lucha contra el vicio), entre otros .Solo espero que disfrutes esta experiencia tanto como yo.

Canción de Otoño en Primavera

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.
Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Más a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro

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